“Parir sin miedo”

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Leí ese título (Parir sin miedo, de Consuelo Ruiz, 2009) antes de tener a mi primera hija. Cuando me preparaba para acompañarla en ese tránsito a la vida, con la ilusión y la inocencia de una madre primeriza; osada en deseos y proyecciones de lo que podría llegar a ser ese momento tan especial y tan esperado.

Ahora espero el segundo y recuerdo el caos de miles de informaciones, sensaciones y miedos que me invadieron la primera vez, impidiendo poner luz en ese camino y conseguir el tan deseado parto natural: donde madre e hijo se conectan para recorrer juntos el canal a la vida, en un mismo sentir, un mismo compás, una misma lucha por sobrevivir, un mismo objetivo que termina con los dos abrazados en el corazón.

Fotografía de Almudena Sierra

Esta vez, yo seguía soñando, proyectando, ya más serena, calmada, sin la inocencia y sin esperar lo desconocido.

Mal que me pese, seguía con miedo; la primera experiencia pesaba en mi recuerdo y en mi cuerpo, evocando vagamente el sueño inducido por las drogas y el cóctel hormonal que me alejaron de percibir y sentir ese momento, en el filo del agotamiento y el sufrimiento, abandonada la lucha, transitando entre el sueño y la vigilia en un extraño éxtasis anestesiado…

Quiero compartir cómo esta vez, en un momento, en un instante, ya a mitad de camino de mi segundo parto, CONECTÉ.

Fue de repente, yo ya no albergaba la posibilidad de tenerlo de forma natural, y esperaba, sola, esa inyección de ensueño que me alejaría del dolor, donde se desvanece el sentir y te pierdes, te diluyes entre nubes y sueños de vida.

Esperaba, agotada, desesperanzada, claro, algo dentro de una misma se decepciona y entristece, se desconecta; pero estaba en la profunda aceptación de que yo, como muchas mujeres de mi generación, ya no estamos conectadas con la maternidad. Viviendo lejos de nuestras madres y nuestras abuelas, acompañadas por Hombres médicos, en hospitales, como enfermas, entre personas que jamás entenderán lo que está pasando a cada momento delante de sus ojos: nuestras luchas; personas que jamás vivirán esa lucha de vida o muerte, solo saben lo que dicen los libros, la biología, las farmacéuticas y sus grandes intereses alejados de la humanidad, esos hombres, que deciden, que nos atienden en habitaciones frías y estériles….

Ya no estamos conectadas con la cadena matriarcal, la sociedad lo dejó pasar, crecimos solas, nos embarazamos solas y llegamos solas al final del camino.

Aceptando y renunciando, sola, tumbada en esa cama de hospital, sentía cómo empujaba y luchaba por vivir mi segundo hijo.

Cerré los ojos, bajé todas las barreras psicológicas, emocionales y físicas, lo solté todo, en un último suspiro consciente, abatida y cansada…y entonces sucedió.

Dejé que mi cuerpo se moviera libre y me abandoné a él. Sin pensar en la respiración, en si empujaba demasiado fuerte, si me desgarraba entera o me destrozaba lo que fuera que quedara de mí, ya no me importaba nada. Sólo él.

Empecé una extraña danza que me llevó al suelo para tener más libertad de movimiento y sentí cómo nos conectábamos. Sentí cada movimiento, sentía sus pies en mis costillas, sentía su cabeza en mi cadera y mis huesos cediendo a su paso. Empujé, empujé y empujé como si me fuera la vida en ello, sin importarme las consecuencias, me fundí y me perdí dentro de mí para encontrarme con él y recorrer juntos, al fin, el camino definitivo a la vida.

Poco recuerdo de lo que se sucedía a mi alrededor. Recuerdo que en algún momento entró el Doctor anestesista, acompañado de no sé, tres, tal vez cuatro personas más… no puedo recordarlo. Sí soy consciente de la pregunta y del cambio: “Señora, es peligroso ponerle ahora la anestesia, el parto está muy avanzado y pondríamos en riesgo la vida del bebé”.

No, claro que no.

No quiero anestesia.

Por favor, hagan pasar al padre.

Bien, bien… Y empezaron a hacer y deshacer en esa fría habitación de hospital. Pero no me importaba lo más mínimo, ni lo sentía, ni les veía, yo estaba muy adentro de mí misma, estaba con la vida en mis entrañas y sentía cómo avanzaba sin pausa, cómo se abría camino y quería sobrevivir.

Tomé toda la fuerza del hombre, del padre, me dejé sostener en sus manos, su pecho, su corazón y su fuerza masculina. Tomé toda esa fuerza cuando mis brazos casi no podían sostenerme, cuando mis piernas parecían desencajarse y seguí avanzando, empujando, acompañando sus pasos y sentí abrirme por la mitad cuando logramos trazar el camino hasta el exterior. Me sentí arder en llamas, me sentí quemar, sentí que me abría más allá de los límites físicos para dejarle paso: y me sentí más viva de lo que jamás en otro momento de toda mi existencia me sentiré.

Era VIDA.

La sentí en cada célula, en cada gota de sangre. Me sentí mujer, fémina, madre, creadora, luchadora, salvaje, portadora de vida, madre como loba, como ballena, como osa, madre como la tierra, luchando, capaz de dar mi vida por el otro en ese instante, sintiendo cómo seguimos vivos a cada bocanada de aire, cómo conectamos la vida cada vez que volvemos a respirar, cómo todo se reduce a sangre, corazón y oxígeno, latir y respirar. Latir y respirar. Aire entrando en nuestros pulmones e inyectando nueva vida.

Sacó la cabeza de entre mis piernas, con su bolsa protectora intacta, había nadado todo el camino. Lo tomé entre mis manos y lo acompañé a mi corazón, junto a mis senos rebosantes de vida, esperando su ansia y su hambre por vivir.

Creo firmemente que tenemos un código de supervivencia y lucha por la vida en nuestro ADN, como todos los seres vivos que habitamos este planeta, y creo firmemente y sin dudas, que no debemos perder este camino, esta lucha, esta activación de lo más esencial en nosotros mismos, esa realidad tan vasta, inmensa, antigua y primitiva de la vida.

Conectarnos las mujeres, todas, seres ancestrales que sostenemos la vida con toda su envergadura, siendo o no siendo madres, no se reduce a la maternidad, las mujeres, simplemente siendo mujeres, féminas, hembras, llevamos el poder y la fuerza de la supervivencia a un nivel muy profundo, la CREACIÓN a todos los niveles de la vida en nuestras manos, esto nos conecta a un nivel muy profundo, a todas, A TODAS: animales, personas, plantas, estrellas… la vida se abre camino tras nuestros pasos.

Comunidad, enjambre, bandada, colmena, banco, rebaño, familia, tribu, clan, colonia, manada: al final poco importan las formas, es la vida abriéndose camino y logrando sobrevivir.

Gracias, gracias a todas las mujeres de mi vida, mujeres de vida, mujeres del mundo, todas poderosas y creadoras. Gracias.

Better done than perfct

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Better done than perfct

I think perfectionism is a highly regarded behavior or trait (it has been glorified as a personality trait) and whoever isn’t a perfectionist is looked down at. It’s almost shameful to say one isn’t looking to be a perfectionist. It’s been a trend to rethink perfectionism nowadays, mostly among women. And I find it extremely brave to actually rethink about it and dare move away from it.

I found a post on Instagram that read: “Better done than perfct.” And I thought it was spot on.

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I think perfectionism can be the greatest obstacle to creativity when it operates in your mind with messages such as “I am not qualified to do this” or “I’d rather not do this because I won’t get it right and it won’t be perfect” or “I am not good enough, I am not creative enough.” But not only it is an obstacle to creativity (which, by the way, is the force behind everything!), it is an obstacle to your accomplishments, it’s an obstacle to your growth.

And it can also work as a powerful disguise.

We can disguise our fears of failure and our big insecurities behind the label of perfectionism. It will be an excuse to creating and giving that workshop, to applying to that job, to starting the activity you always dreamed of… It can work as a PERFECT excuse for not letting yourself be.

I invite you all to revisit the messages your so-called perfectionism is sending out to you, because you might be thinking it’s simply your desire to do things “well” or “perfectly” when in reality it could very well be your insecurities and your own fears pulling you back.

Let’s not be afraid to not listen to it and let’s allow us the freedom to create, to try, to dream, without aiming at perfection.

And finally, let me tell you this post was inspired by a conversation started on a forum on Sisterhood Tribes community by Nadja, the founder of this women’s community. You can take a look and join if you would like, it’s free and it’s wonderful!

 

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PENSAMIENTOS SOBRE LA ESPERANZA Y LA LIBERTAD

¿Recuerdas aquello que te dicen cuando de repente todo se derrumba en tu vida, o al menos algunos pilares de tu vida se desmoronan y sientes que lo has perdido todo, la famosa frase de “cuando se cierra una puerta, se abre una nueva”?

Confieso que siempre me he inclinado por el pesimismo. He pensado que ser pesimista era ser realista. Y que ser optimista era solamente una excelente manera de autoengañarse y cerrar los ojos a la realidad plagada de dolor. De vez en cuando sigo pensando así pues pasan tantas desgracias y barbaries a mi alrededor que me pregunto si no estoy siendo una desconsiderada al esperar que cosas buenas sucedan.

Sin embargo, tengo que dar crédito esta vez al optimismo. Recientemente, viví un terremoto personal en el que grandes pilares de mi vida colapsaron a la vez. Perdí la que consideraba una amistad importante, perdí a una persona cercana que decidió dejarnos para no sufrir más, y perdí el espacio en el que practicaba la danza que da luz y color a mi vida. Durante un par de meses podía casi ver cómo mi ánimo estaba por debajo del suelo y no lograba levantarlo.

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Encontrarme con personas a las que quiero y hacer cosas para ayudarles fue una primera píldora para remontar ese ánimo. Ya no se sentía por debajo del suelo sino como a media pierna. Hacer un esfuerzo consciente por valorar lo bueno que tenía, día tras día, ayudó a subirlo como a la cintura. Y lo que terminó de remontar ese ánimo hasta el corazón fue ser valiente y enfrentarme a un nuevo mundo, nuevas amistades, nuevo espacio de danza, nuevas ideas, dándome permiso de dejar de desear que todo fuera como antes y comprendiendo, con aquello que al parecer se llama madurez, que es imposible que las cosas permanezcan siempre iguales, y que incluso aquello que ha sido muy sólido en tu vida por años, cambiará sin que puedas evitarlo.

Y aun a riesgo de que me juzgues tan severamente como yo solía hacerlo con la gente positiva, tengo que dar razón de que sí se abre esa nueva puerta. Y lo que es aún más increíble… Puede que se abra una puerta a algo incluso mejor, mucho mejor, tan bueno que ni siquiera habías imaginado que pudiera existir.

Así me ha pasado y quería dejar constancia por si hay alguien por ahí que está perdiendo la esperanza o que ya la perdió.

Una de las primeras cosas que dijo el Buda fue que todo cambia. Constató la verdad del cambio, la impermanencia de todas las cosas. No lo hizo por pesimismo, lo hizo porque por lógica, si te queda claro que todo va a cambiar tarde o temprano, no sufrirás tanto cuando suceda. Y yo quiero agregar algo más. Estar conscientes de la impermanencia es también estar conscientes de que como el mundo no es estático, las posibilidades son infinitas. Además, he aprendido que tenemos el control de muchas cosas, podemos ejercer influencia en ciertas cosas en la vida aprovechando la impermanencia para encontrar más bienestar.

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Ya no puedo hacer que vuelva la persona amada que nos dejó. Pero sí puedo tener presente que siempre, siempre hay una alternativa, siempre se puede tomar un nuevo camino, y lo que apenas ahora aprendí es que no solo hay alternativas y caminos diversos que se pueden transitar, sino que a veces hay incluso cosas mejores esperándote. No te rindas ante la vida y las dificultades. Eres libre. Tu libertad, coadyuvada por la impermanencia, radica en poder elegir. Si algo ya no funciona, busca otra cosa. Si algo se derrumbó, construye algo nuevo.  Mientras sigas respirando, seguirás teniendo lo más preciado: tu libertad.

Querétaro, 19 de octubre 2017.

Berenice

Maternidad

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Almudena Sierra

Voy a intentar encauzar las aguas del río más caudaloso y vital de emociones, transformaciones, creaciones y nacimientos que la maternidad trae a la vida de las mujeres.

Siempre pensé que la maternidad era un peldaño indispensable para el proceso evolutivo de toda mujer, un estado necesario para el crecimiento personal y emocional; mi experiencia ha marcado claramente un antes y un después, un cambio irreversible en todo mi ser: desde la expresión de mis ojos hasta lo más hondo de mi corazón.

Empieza con el embarazo; la creación de una nueva vida dentro de ti: se juntan dos células y aparece la magia: nace una vida. Una vida que vas a cobijar durante nueve meses, una vida que es parte de ti misma, una vida a la que le vas a dar voluntaria y amorosamente, tu vida.

El cuerpo se transforma, se altera su funcionamiento y empiezas a cambiar. Es crucial el día en que sientes: NO ESTOY SOLA. Porque desde ese instante y para el resto de tu vida, no volverás a estar sola, tu hija siempre estará en algún lugar. Las decisiones que antes tomabas, dispuesta a asumir sus consecuencias sin rechistar ya no serán las mismas, ya no dependen solo de ti, ya no te pasa solo a ti, ahora también le pasan a ella y todo tu mundo cambia. Es hermoso y grandioso poder dar todo lo mejor de ti sabiendo que lo reciben con los ojos cerrados; saborear un abrazo sabiendo que le abrazas también, reír a carcajadas sabiendo que ríe contigo, nadar y ser pez en el mar sabiendo que nada contigo, sentir el aire y el sol en tu piel sabiendo que también a ella le alimentan.

La unión es máxima durante el embarazo, es como si tú misma te duplicaras y las dos fuerais una, la misma, respirando el mismo aire, sintiendo las mismas emociones, luchando por vivir, crecer y nacer.

El aire te sabe distinto, los besos no están solos, otro cuerpo mueve el tuyo, te habla, te sonríe y hasta juega contigo. Afuera va creciendo su espacio, aparece su ropa, su cama, sus cremas; y creas. Con la explosión creadora de vida tus manos y todo tu ser fluyen en un río creativo de ilusiones desconocidas. Entre telas encontré mi salida creativa y diseñé y elaboré ropa, muñecos, bolsas, neceseres, mochilas, juegos… Saboreando el placer de la creación.

Y entre paseos, siestas, caricias y risas van pasando los meses y vas terminando la más grande de tus creaciones. Hasta que llega el momento de separarse, el primer paso de un largo proceso que os llevará años: el alumbramiento. Todo tu cuerpo se tensa y presiona para hacer espacio, para abrir la salida, es un trabajo de equipo, las dos respiráis al mismo ritmo, el esfuerzo es mutuo, la lucha por la vida y la supervivencia alcanza su punto álgido y no hay vuelta atrás, otra contracción, otra más, empuja, otro empujón, tus huesos ceden, dilatas, ella aprieta con todas sus fuerzas, cabeza abajo, piernas flexionadas, otra contracción, respira, aprieta, empuja… y sale a la luz: a la luz de la vida, después de nueve meses en la agradable oscuridad de tu cuerpo, la luz del mundo baña sus ojos y su cuerpo. Y a los tuyos, les faltan lágrimas para apreciar la belleza de ese pequeño cuerpo resbaladizo que te mira y te busca, esas manitas que se aferran a tu pecho, esa boquita que pronto se relaja bebiendo de tu seno y respirando tu piel. Estas más llena que nunca, llena de vida que reboza por tus pechos, llena de amor que emana como manantial de tu hija, llena de gratitud a tu hombre que te sustenta y cuida, a la vida por permitirte vivir este momento, al universo por el simple hecho de existir.

El viaje de Nora III

Y el ritmo de tu vida se reinventa y se convierte en un pausado despertar. Los días pasan sin prisa, entre sueños y caricias, día y noche se mezclan sin límites visibles y entre sábanas bebéis el amor y la vida minuto a minuto, dar y recibir en un equilibrio perfecto. Tu cuerpo se va recuperando y reconociendo en la nueva vida, y ella va despertando. Poco a poco, muy lentamente, inicia su despertar a la vida en su suave y tierno cuerpo. Un día te mira con los ojos bien abiertos, mueve sus extremidades sin control, sus dedos se cierran en los tuyos, te llama. Aprendes a reconocer sus necesidades, la comunicación es fluida, la separación es muy débil todavía, abres los ojos instantes antes que ella, te preparas para dar el pecho justo cuando te lo pide, se alegra cuando te alegras y dibuja su primera sonrisa junto a la tuya. Estas cansada y no te importa, la prioridad ya no esta en ti, se ha desplazado al nuevo ser que inunda toda tu vida, ella ha despertado un amor que no conocías, que ni imaginabas poder sentir; tan pleno, tan puro, tan transparente… Ella te acepta tal y como eres, sin cuestionarse absolutamente nada, simplemente te acepta y te ama por ser quien eres. Es grandioso. Si eres capaz de aceptarte de la misma forma a ti misma, puedes recibir la maravillosa experiencia del amor de madre, y así mismo la vas a querer tú, con todo lo que es y lo que será, sin límites ni condiciones.

Los primeros meses transcurren suavemente mientras las dos aprendéis a vivir, se aprende de nuevo, cómo vivir la vida ahora que ya no estás sola, y cómo atender sus necesidades, y las tuyas. Poco a poco, muy poco a poco vas tomando tu espacio y dibujando el suyo.

Entonces descubres la PACIENCIA. Algo de lo que yo había alardeado tener en abundancia y saber gestionar, pero que en verdad no había visto más que la punta de un gran iceberg. ¡Qué cosa tan abrumadora! Parece que la situación va a superarte, pero respiras hondo y el vaso se llena de nuevo. Volvamos a empezar, intentémoslo otra vez, probemos a hacerlo diferente, venga no pasa nada, ya saldrá. Un par de horas más tarde: tranquila, estoy aquí contigo, venga vamos otra vez… Para mí ha sido el regalo que llevaba bajo el brazo el milagro de la creación; ni imaginaba sobrellevar situaciones con tanta paciencia, aún me acuesto algunos días sorprendida por la maravillosa paciencia que se me ha despertado y que me ayuda tantísimo a gozar de cada día que pasa acompañando a mi pequeña hija a aprender y descubrir el mundo en el que vivimos.

Y no me queda más que agradecer tener sus ojos cerca para ayudarme a ver de nuevo cada detalle de una vida que empezaba a correr demasiado y de la que me estaba perdiendo pequeñas maravillas que mis ojos no alcanzaban a ver. Darle la mano a tu hija y acompañarla por el camino de la vida es darte la mano a ti misma y darte una segunda oportunidad para descubrir la vida.

Tanit Rejat Alemany

Fotografía: Almudena Sierra

DESPIDIENDONOS DE ASIA IV – última entrega

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Con el recuerdo de la feliz velada amanecimos el segundo día en la capital, pero se nos borró la sonrisa al levantarnos y ver que estaba ¡nevando! Teníamos toda una larga jornada esperando en la calle… El increíble desayuno de Yoshiko consiguió subirnos los ánimos, aunque salimos del acogedor apartamento bastante encogidos. Llegamos ya congelados al mercado de pescado, paseamos por las frías instalaciones húmedas y gélidas con enormes atunes expuestos a afilados cuchillos y desperdicios marinos en rebosantes cubos. No podía pensar en otra cosa que encerrarnos en un centro comercial y ver pasar el día desde una cálida ventana. Estaba helada de pies a cabeza y todo lugar propuesto por Jordi carecía de interés para mí si no tenía la calefacción ¡a tope!

Jordi seguía con intención de visitar la ciudad —ya que estábamos allí— así que empezó a preguntar cómo podíamos llegar a la bahía de Tokyo, ¡que aún con el temporal de nieve, quería que visitásemos! Entonces la magia de esa gente cambió por completo nuestra situación: Yuji —un hombre de sesenta y cuatro años— al que Jordi preguntó cómo llegar, ¡se ofreció para llevarnos en su coche! En menos de cinco minutos el interior de la mini furgoneta pasaba de los veinte grados, hasta me mareé de calor, no podía creerlo ¡ni me quejé! Nos llevó por toda la bahía, visitamos el puente nuevo y nos preguntó qué mas queríamos ver. El esfuerzo por complacernos del afable Yuji superó las fronteras lingüísticas, con signos y señas conseguimos contarnos migajas de nuestras vidas entre risas y disculpas. Nos llevó a la zona de palacios gubernamentales, donde la opulencia se deja ver en los edificios y calles. Sin apenas hablar inglés entendimos que era su hora de comer y que nos invitaba a acompañarle, así que nos dejamos llevar sin tener un plan que pudiera mejorar nuestra situación. Nos llevó a un famoso restaurante dirigido por el hijo del director Kurosawa donde elaboraban soba fresco y casero,  y por si no hubiera sido suficiente, nunca vimos la cuenta. Nos separamos en la boca de metro donde nos acercó, emocionados y perplejos, agradeciendo su amabilidad y hospitalidad, percibiendo la grandeza de la vida en esos efímeros instantes de nuestra existencia. Pasamos la tarde en una nube, callejeando y sonriendo.

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En casa nos esperaban para una cena de intercambio: íbamos a cocinar tortilla de patatas y ellos nos cocinaron Okonomiyaki y Nave. Lo primero, una especie de tortilla de verduras y lo segundo una sopa de verduras con dumplins, todo muy típico y delicioso. Hicimos una divertida fiesta los cuatro (la pareja Malaya se había despedido esa mañana).

Amanecimos tarde el ultimo día en la capital, nuestro querido kaji nos hizo de guía ese sábado por la zona vieja; visitamos templos y jardines bajo una fina capa de agua que no cesó en todo el día. Con los dedos helados apretaba el paraguas por las húmedas calles igualmente repletas de gente comprando y rezando. Nos despidieron con otra deliciosa cena en casa y un extraordinario baño caliente para que pasáramos mejor la noche en el autobús que nos regresaría a Kyoto, anunciando el fin de nuestro viaje.

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Si la ida había sido dura, la vuelta fue peor. El billete que teníamos era todavía más económico, así que la calidad del autobús, también. Asientos estrechos y paradas constantes con las luces a todo lujo, pero era tanto nuestro asombro por lo vivido que no nos importó ni lo más mínimo. Llegamos contentos a Osaka, dispuestos a una tranquila mañana en un Onsen, relajadamente, recuperando fuerzas… Nuestros sueños no tardaron en desvanecerse: ¡no nos dejaron entrar! El motivo: la presencia de tatuajes en nuestros cuerpos… Sin cometarios. Matamos como pudimos las primeras horas del día mientras la ciudad se levantaba y callejeamos nuevamente por el centro. Esa noche íbamos a dormir con  nuestro último anfitrión, pero recibimos un correo de disculpas: se había roto la pierna la noche anterior y estaba inmovilizado en su casa. Decidimos visitar de nuevo a nuestra amiga Haruna que ya nos había ofrecido su casa anteriormente y no le importó hacerlo de nuevo.

Con Haruna quisimos ir a un famoso restaurante inspirado en los legendarios “Samurai”, pero no tuvimos suerte, llegamos tarde. Nos recomendó encarecidamente que fuéramos a la mañana siguiente antes de partir a almorzar, y así lo hicimos.  A las once y media de la mañana estábamos en la puerta haciendo cola; el lugar ya estaba lleno y esperamos pacientes a que se vaciaran unas cuantas mesas antes de que nos acomodaran en un acogedor tatami. La decoración respondía al más auténtico espíritu guerrero japonés, ¡hasta tenían disfraces de Samurai para uso de los clientes! Los camareros seguían rituales desde la cocina hasta las mesas, entonando misteriosos cánticos. Nos condimentaron un platazo de sopa con un pimentero manual, ¡casi tan largo como yo! Reímos con la gente y gozamos de nuestra última comida con deleite.

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Caía ya el sol cuando sobrevolamos las islas japonesas de vuelta al continente asiático y a las temperaturas templadas del trópico. En cuarenta y ocho horas estaríamos volando dirección a Europa, después de más de ocho meses desde que partimos.

Observaba pensativa las pequeñas manchas de tierra en el océano, pensando en todo lo que nos había sucedido y el contraste tan grande de gentes y civilizaciones al que asistimos con extraordinaria capacidad de adaptación.  Esa es la base de la supervivencia y la magia de la vida que nos permite aprender y absorber de todo lo que nos rodea, sin límites ni fronteras, la vida se expresa diferente en cada rincón y cada instante, magnificente y generosa.

Tanit Rejat Alemany

DESPIDIENDONOS DE ASIA III

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Nuevamente con las mochilas en la espalda (a Stitch lo dejamos con Haruna…) regresamos a Kyoto —a sus callejuelas de ensueño y al santuario Fushimi Inari Taisha— interminable y laberíntico, ladera arriba serpenteando entre bosques esqueléticos, desnudos ante el invierno cada vez más frío. Un milagro nos ayudó a salir del laberinto y abandonar al fin los millones de puertas naranjas con los nombres gravados de todas y ¡tooooooodas las familias de Kyoto! Nos perdimos por las calles más iluminadas y modernas del centro de la ciudad sin quitarle ojo a la gente que extremadamente arreglada —casi disfrazada— paseaba tranquilamente por ellas. Bien entrada la noche subimos al autobús que nos llevaría a la capital del país.

Final de trayecto: las seis de la mañana y casi sin dormir. Amablemente el señor conductor encendió cada vez que paraba en un área de servicio —y eso sucedió cada dos horas— todas, absolutamente TODAS las luces de que disponía el vehículo.

Bueno, tuvimos suerte al llegar a la terminal, en menos de treinta minutos salía otro autobús dirección a Kawaguchiko y lo tomamos. Dormimos algo esta vez. A las nueve de la mañana nos sorprendió un pueblecito blanco —recién nevado de esa misma noche. Pintados como una postal, aparecieron el Monte Fuji y los pueblerinos del lugar. Paseamos por las blancas calles acariciados por la tranquilidad y la belleza que se respiraba en el lugar. Nos dejamos seducir por los sabores y los olores —decidimos quedarnos una noche.

Mi primer Onsen: un placer sublime. Con el cuerpo sumergido en las calientes aguas termales y cristalinas, observaba —entreabiertos los ojos— la nieve en la exquisita vegetación de los jardines del lugar. Caía la noche y, envueltos en vapores, se dibujaban árboles y arbustos finamente recortados dando a esos instantes una magia cálida y silenciosa. Completamente sola en ese espacio de contrastes, escuchando susurrar la nieve deshaciéndose y desprendiéndose de las ramas más bajas que ligeras tras perder el peso que las forzaba, regresaban a su lugar. Un espacio sin tiempo para sentirte uno, desnudo, con todo.

A la mañana siguiente regresamos a la pequeña estación de autobuses con el sol brillando en la blanca nieve para visitar al fin, la capital: Tokyo.

Caminamos y caminamos, callejeando por la ciudad: por las modernas calles multitudinarias y por los preciosos parques —de exquisita belleza desierta— sin poder huir del frío salvo al incursionar rápidamente en los mega centros comerciales grandes como ciudades. En todo el día no pude salir de mi asombro ante tantísima gente y sobrecogedor volumen de información en cada metro cuadrado de la ciudad —a lo alto y a lo ancho— ni un espacio libre, la mirada perdida de cartel en cartel sin comprender siquiera su contenido, luchando por encontrar algún signo con significado que nos indicara por dónde seguir. Parece que no existen los límites en esta ciudad, es desbordante. Escaparates repletos de comida, ropa, objetos de toda clase… EXCESO.

Bien entrada la noche picamos el timbre de la que sería nuestra segunda casa de intercambio. Una pareja nos esperaba: Yoshiko y Kaji nos alojaron tres noches en las afueras de la gran ciudad. De nuevo el asombro fue conmovedor al ver que nos hospedaban en su diminuto apartamento, algo más grande que el anterior, pero no estábamos solos… ¡¡otra pareja de viajeros se hospedaba con ellos!! La pareja malaya dormía en su habitación, sí, en la suya. Ellos se acomodaron con futones en el salón comedor y a nosotros nos arreglaron el cambiador, ese espacio-armario separado por una ligera puerta corredera del resto de espacios de la casa también con futones y cojines. Por turnos, nos dimos una ducha antes de acostarnos que nos devolvió el calor y agradecí profundamente.

No estoy segura de si cerré la boca en toda la primera hora de la maravillosa mañana en que amanecimos allí. Yoshiko nos había preparado un desayuno más completo que muchas de nuestras comidas y nos esperaba con una taza de té japonés humeando. ¿Asombroso? ¡INCREÍBLE! Ni en mi casa me despiertan así. Desayunamos todos juntos y conversamos alegremente, sin perder tiempo para contarnos cómo ir y cómo hacer todo aquello que teníamos pensado. Antes de salir nos equiparon con mapas e instrucciones de una precisión escandalosa —además de un mapa de ruta por la ciudad en CASTELLANO. Creo que en ese momento fui consciente de que todavía no había cerrado la boca… jejejeje. Y no quiero olvidar el detalle que tuvieron la noche anterior al recoger nuestra ropa sucia para lavar.

Salimos a la calle —parecíamos otros. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba feliz en nuestros rostros, la barriga contenta, el humor inmejorable, el cuerpo descansado y un montón de cosas por ver. Visitamos el Museo Ghibli —para los que es la primera vez que escucháis de su existencia, os recomiendo encarecidamente un google con: Studio Ghibli y un visionado de alguna de sus películas de animación—. Creo que visitar ese museo es lo más friki que he hecho nunca jejeje. Al salir nos dirigimos al estadio Ryogoku donde nos dispusimos a ver el antiguo arte del Sumo. Me dejó completamente fascinada. No podía salir de mi asombro observando esos cuerpos enooormes moverse como bailarinas con delantales de seda haciendo todo su ritual en el pequeño círculo. El contacto es mínimo, los combates no duran más de medio minuto —con suerte— pero todo el ritual: las presentaciones, las demostraciones de poder, los gestos de intimidación y el contexto —altos cargos en las primeras filas, en pequeños tatamis, con sus Geishas regalando compañía y conversación. Bello, me pareció un espectáculo hermoso en una dimensión extraña, sutil.

Cenamos con nuestro anfitrión lo que me pareció el mejor nigiri del mundo, además de ser económico y descubrir en mi poco experimentado paladar el placer de comer toro de atún: delicioso se queda corto.

To be continued in the next post…

Tanit Rejat Alemany

DESPIDIENDONOS DE ASIA II

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Se dice que las expectativas no son buenas, o al menos que tienen sus riesgos, pero para mí, la vida siempre ha sobrepasado y con creces, las mejores películas y creaciones imaginadas. Japón: Nipón, en el mismo planeta, pero en otra dimensión. Es indiscutible su diferencia y en muchas ocasiones, superioridad. Son tantas cosas que sólo son posibles con una sociedad educada y respetuosa… Jamás podremos soñar tener nada parecido si no renovamos nuestros valores y reeducamos nuestras gentes —sin querer decir que hayan hallado la perfección, concepto ficticio que nos esclaviza con su búsqueda. Sólo definiendo un grado superior en la calidad de vida haciendo referencia a la educación y al respeto, a una real convivencia sana. Esa búsqueda y trabajo para lograr que las cosas sean más sencillas para todos, el camino más corto y más eficiente para llegar a su objetivo, objetivo que no pierde de vista la salud y el bienestar de sus usuarios en un porcentaje superior al que estamos habituados.

Hace tiempo escribí sobre la impresión que me llevaba de mis vivencias y experiencias en el mundo haciendo referencia a la calidad de vida y la calidad de las relaciones humanas como una relación antagónica o contraria en su crecimiento, la presencia de una implicaba la falta de la otra. Bien, Japón no responde a esta relación, es un país con una calidad de vida más que razonable y la calidad humana ha sobrepasado todas mis expectativas. GRACIAS. Una gran lección me han dado sus gentes.

Contaré nuestras peripecias con detalle, se me antoja algo así como: ¡Asombro tras asombro por el país del sol naciente!

Aterrizamos en Osaka y fuimos directos a Kyoto, con un tren donde una mujer, trabajadora de la línea ferroviaria, no paraba de entrar en el vagón saludando a todos con reverencias y amables palabras que no entendía, antes de salir, repetía las reverencias y musitaba amablemente… Eso duró más de una hora durante la cual, la amable señora, no se cansó de repetir su ritual, tren arriba, tren abajo ¡y solo tenía tres vagones! Ya de noche llegamos a Kyoto, dónde teníamos reservada una noche en un pequeño gesthouse, con la suerte que cuando llegamos tenían todos los dormitorios ocupados y nos ofrecieron un cuartito privado ¡por el mismo precio! Yo, sin salir de mi asombro, observaba esas muchachas que amablemente nos tendían una cajita llena de papelitos y nos indicaban que escogiéramos uno; hacían una lotería en el establecimiento a la que estábamos invitados a participar. Bien ¡nos tocó un plato de Noodles al pollo y un dulce de judía roja! Allí me regocijé por primera vez investigando los lavabos con todos sus botones de múltiples funciones ^_^ Tazas de baño climatizadas —todavía sueño con ellas. Qué lástima que no seamos suficientemente civilizados para tenerlas en Spain. Más adelante seguiría gozando de lo grande en los salones de belleza de los centros comerciales, con sus tazas multifunción y sus japonesas arreglándose las pestañas postizas…

Amanecimos en Kyoto con mucho frío y mucha ilusión. Salimos a pasear por la zona tradicional y de templos. No podía parpadear sin ver alguna muchacha vestida de forma tradicional ¡con ese frío! Y de vez en cuando, se nos cruzaba ¡una Geisha! Pero qué increíble, qué elegancia ¡qué belleza! No pensaba que todavía estuviese viva la tradición. No cabía en mí misma de la ilusión, sin perder detalle a todo lo que me rodeaba: tiendas, restaurantes, templos, gente, calles, coches, furgonetas, ¡todo parece sacado de un cuento de delicadas ilustraciones! Olores, sabores, colores embriagándonos locamente mientras íbamos de un lado a otro, sólo el frío nos incomodaba y andábamos ansiosos por encontrar un lugar donde adquirir guantes, gorros y bufandas. Carísimo, ¡qué caro es todo en Japón! La comida rápida es lo más asequible para nuestros pobres euros, todo lo demás… está de más… jejeje

Ya de noche regresamos a Osaka dónde nos encontramos con Haruna, la primera chica japonesa que nos acogió en su casa por dos noches. En este viaje me estrené en un programa de intercambio llamado CouchSurfing, con una filosofía de viajeros, de intercambio cultural, de relacionar gente de diferentes países; este programa te proporciona la oportunidad de contactar con gente en cualquier lugar y compartir lo que cada uno esté dispuesto: una tarde de paseo, unas recomendaciones, hospedaje… Antes de iniciar el viaje contacté con alguna gente en las diferentes ciudades y concretamos algunos intercambios. Esta parte resultó ser de lo más hermoso que vivimos y compartimos, nos ofreció la oportunidad de conocer el país des de dentro de sus hogares, conocer su gente y sus costumbres…

Ya en casa de Haruna, los ojos como platos, al ver lo pequeñísimo que es su apartamento y su ilusión por compartirlo. Era tarde pero igual estuvimos conversando tranquilamente en su cuarto-comedor y se ofreció a ayudarnos con la compra de billetes de autobús y con las entradas al Estudio Ghibli. Miramos con ella todas las combinaciones y al fin tomamos la que mejor nos pareció. Gracias a ella, conseguimos un chollo de billetes ¡que ni soñarlo! Nos acostamos con unos futones al lado de su cama, en ese diminuto espacio compartido.

Al día siguiente visitamos Osaka. Fuimos al castillo y callejeamos extrañados de encontrar la ciudad desierta en domingo… El frío se dejaba sentir. Jordi reflexionaba que la otra vez también había vivido esa extraña solitud por las calles de la ciudad, hasta que con mucha suerte, giramos una mágica esquina y lo encontramos: un río de gente ¡abarrotadísimo! Centenares de personas se paseaban por la gran avenida llena de pantallas, luces, animales gigantes, restaurantes y tiendas ¡AWESOME! Qué alegría, eso es lo que Jordi quería encontrar y al fin estaba delante de nosotros: Dotombori, la zona comercial y de ocio, con grandes rascacielos llenos de videojuegos, pachinko, comida, ropa, accesorios y mucha, mucha gente. Por la calle encontramos una ruleta de la suerte gratuita donde regalaban no sabíamos exactamente qué, pero fuimos y jugamos, ¡claroooo! Nos tocó una bolsa de snaks extraños y un par de descuentos para las máquinas de peluches y juguetes que tienen por todas partes. Entramos a probar y con los cuatro intentos que teníamos, ¡nos sobró uno! ¡Conseguí un Stitch enooorme! Regresamos felices a encontrarnos con Haruna, quien nos llevó a un peculiar restaurante a cenar Okonomiyaki e hicimos, con su ayuda y paciencia, nuestros primeros Origami.

To be continued in the next post…

Tanit Rejat Alemany

La danza y los sentidos como camino al encuentro de la belleza

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Belleza.

(De bello).

1. f. Propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual.

Nací en Egipto y desde entonces nunca he visitado este misterioso país. Desconozco su tierra y sus costumbres pero encontré aquí en Querétaro a unas preciosas bailarinas que además son hermanas, Alejandra y Angélica Martínez,  quienes me han introducido al mundo de la danza árabe, en concreto la danza árabe egipcia, y es de esta forma que he podido acercarme a mis orígenes.

En la academia de danza árabe «Danza del Sol» estamos cursando ahora un nuevo taller que yo me atrevería a describir como un taller de psicoterapia en movimiento llamado “Sensualidanza”. No nos dejemos engañar por el nombre pensando que es algo así como el preámbulo a bailar un striptease…En realidad se trata de tomar conciencia de nuestros sentidos, despertarlos y liberarlos. Bueno, al menos así es como yo lo estoy viviendo. Estoy segura de que mis compañeras estarán viviendo otras experiencias distintas y esta es una riqueza que ofrece la danza. Al ser un camino libre de conceptualización y discurso, la riqueza vivencial puede ser infinita.

Para mí, las dos sesiones “danzadas”, me han impactado porque me han descubierto este nuevo camino, no conceptual, libre de palabras, que lleva hacia algunos insights conmovedores. En psicoterapia se intenta llegar a esos insights, es decir, el objetivo de la psicoterapia es llegar a una comprensión o experiencia directa de algún aspecto interno para poder cambiarlo o aceptarlo, pero se intenta llegar ahí a través del discurso y la reflexión. Para mí las palabras lo han sido casi todo viniendo de una familia con marcada tendencia intelectual, todos políglotas debido a nuestra situación de vida, tendencia que he seguido al haber estudiado la carrera de psicología y al adentrarme en la filosofía budista que también he abordado a través de escuchar enseñanzas y leer muchos libros. Desde esta perspectiva, desde esta manera de abordar la vida, siempre a través de conceptos y palabras, me ha fascinado el descubrimiento de que el cuerpo y su movimiento guiado por la música pueden llevar a los mismos terrenos que las palabras, terrenos igual de profundos. He descubierto aquello a lo que llaman ‘meditación en movimiento’ y me ha sorprendido la intensidad de la vivencia y de los momentos de introspección que pueden surgir durante esta actividad.

Intentar poner en palabras la profundidad de esta experiencia sería quizá una contradicción; sin embargo, quisiera compartir uno de los momentos especiales de este taller. Alejandra y Rodrigo, los instructores del taller, nos fueron llevando a estados fuertes de introspección a través de las dinámicas que iban sugiriendo. Tras ejercitar el cambio de enfoque perceptivo, pasando de lo panorámico al detalle y luego a los rostros de las compañeras, bailamos a ritmos de tambores elevando nuestra energía, alrededor de un fuego imaginado al que íbamos tirando todo aquello que ya no deseábamos guardar, y tras esta ceremonia de limpieza y renovación en grupo se apagaron las luces y bailamos tomando contacto con nuestras compañeras. Una suave caricia por los brazos y hombros de las demás danzantes siguiendo la música. Al cabo de un rato, tras este suave y elegante contacto, este momento de bajar la guardia y dejar aparcadas las preconcepciones, las distancias socialmente aceptables, empecé a percibir a todas mis compañeras con una entrañable belleza, la luz de la calle iluminando la sala a través de la herrería de las ventanas dibujaba formas también muy bellas, el momento en sí se llenó de belleza. Lo más sorprendente fue que tanto las compañeras, como la luz, como las formas de la herrería de las ventanas y las vetas de la madera del piso del salón siempre habían estado ahí y yo ya las conocía, pero nunca las había percibido realmente, nunca había estado abierta a simplemente verlas, experimentarlas, aceptarlas y finalmente darme cuenta de cuanta belleza encierran. Para mi asombro, pues no sabemos el objetivo de las dinámicas de la sesión a priori, al terminar la dinámica danzada tuvimos que escoger a otra bailarina para compartir, primero en parejas, luego en grupo, nuestra idea de la belleza, intentando armar así una definición propia y en conjunto de este concepto tan filosófico. Desde luego, tras aquella sesión de danza tan profunda no fue en absoluto difícil, y cada grupo compartió distintos acercamientos a su idea de la belleza. Nosotros compartimos que la belleza está en todo y solo es cuestión de abrirse a verla…

Para ti, ¿qué es belleza?

Para quienes estén interesados en saber más acerca de la Compañía de Danza Árabe Danza del Sol pueden visitar los siguientes enlaces:

http://www.facebook.com/pages/Danza-del-Sol/127883243914330

http://www.danzadelsolmexico.blogspot.mx/

Para quienes quieran saber un poco más sobre Humanidanza pueden visitar los siguientes enlaces:

http://humanidanza.wix.com/humanidanza#!talleres/ckra

http://humanidanza.wix.com/humanidanza#!diplomado/c1han

Berenice Font

La Medicina Tradicional Tibetana y su relación con la psicología

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La semana pasada estuve apoyando como voluntaria en la Casa Tibet Sede Querétaro al Dr. Namgyal, quien vino a dar consulta de Medicina Tradicional Tibetana y requería de algún intérprete para asegurar que se estuviera entendiendo con sus pacientes.

De esta experiencia quiero hablar hoy puesto que aprendí muchas cosas; cosas que quizá ya sabía pero que, de alguna manera, las vi más claras y me hice más consciente de algunos aspectos de la salud mental y física y siento que es importante compartir. A veces, algunas cosas son tan evidentes que olvidamos su importancia y dejamos de ser conscientes de ellas.

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Quisiera introducir muy rápidamente el origen histórico y las bases de la Medicina Tradicional Tibetana.

La Medicina Tibetana es uno de los sistemas médicos más antiguos de Asia, junto con la Medicina Ayurvédica de la India y la Medicina China. Estas tres tienen varios miles de años de historia y experiencia práctica. En el siglo VII, el Budismo originario de la India floreció en los países del noroeste. Muy rápidamente, Tíbet se convirtió en un centro de desarrollo cultural, artístico y espiritual. Los reyes tibetanos permitieron que se empezaran a practicar algunos sistemas médicos extranjeros (persa, indio y chino) los cuales combinados con el tantra budista fueron causantes del surgimiento del arte tibetano de la curación que hoy en día es conocido como la Medicina Tibetana.

La Medicina tibetana está basada en la filosofía y la psicología budistas. Explica que todo lo que existe y lo que no existe en el mundo se deriva de la mente y de los cinco elementos. Considera que la mente es la base ya que toda la existencia y los momentos dependen de sus movimientos; la mente es la creadora de todos los fenómenos externos e internos.

Desde este punto de vista, nuestra realidad mental cobra una importancia extrema como causante de las enfermedades, y por lo que pude aprender, la alimentación y los procesos digestivos y metabólicos son coadyuvantes en el bienestar o desequilibrio orgánico.

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El doctor atendió a muchos pacientes, cada uno de ellos con una realidad personal distinta, cada uno con un tipo de padecimiento diferente. Me llamó la atención, no obstante, la recurrencia de los trastornos del sueño y los trastornos digestivos. Yo diría que el 80% de las personas que consultaron al Dr. Namgyal reportaron insomnio, tanto de conciliación (el no poderse quedar dormido) como de mantenimiento (el despertar frecuente a mitad de la noche con fracaso en los intentos de volver a dormir). También hubo predominancia de problemas digestivos como gastritis y colitis, entre otros.

A todos estos pacientes, el doctor preguntaba, tras tomar el diagnóstico por pulso, si se encontraban muy preocupados o estresados por algo. Algunos solo lo miraban evitando contestar por miedo a desencadenar el llanto. Otros asentían en silencio y me parecía ver en sus ojos ese atisbo de sabiduría interna que todos tenemos que reconocía que esa era la causa principal de todo lo que estaban padeciendo. Algunos, con cierto sentido del humor, reían y contestaban con un “Pues sí, claro”, intuyo que también desde ese reconocimiento interno de la seriedad de padecer esta condición que hoy en día llaman “la enfermedad del siglo XXI”.

Desde luego, podríamos llegar a la conclusión de que decir que el estrés es el causante de todo es un tanto simplista. Sin embargo, hay tantas vías por las cuales el estrés puede ir corroyendo la salud física y psicológica. El doctor explicaba a los pacientes que el estrés hacía que sus órganos, digamos por ejemplo el hígado para algunos, el colon para otros, y para los más afectados, el sistema nervioso central, se contrajeran y tuvieran mucha presión para seguir funcionando, muchas veces con poca irrigación sanguínea y por lo tanto, con poca oxigenación. A esto se le suma la mala alimentación que llevamos. Aprendí que hay alimentación que crea mucho ácido en nuestro cuerpo y la explicación del doctor era que estos niveles de ácido podían ir causando, por ejemplo, úlceras gástricas que luego podían desarrollarse en cáncer estomacal debido a la corrosión de los tejidos.

Casi todo lo que comemos es ácido: carne, pan, leche, mayonesa, refresco, azúcares…y deberíamos aprender a introducir en nuestra dieta alimentos más alcalinos como el aceite de oliva crudo, los aguacates o el agua mineral. La verdad es que no nos paramos realmente a pensar en lo que ingerimos y en cómo puede estar afectándonos. Les invito a revisar las listas de alimentos para que puedan identificar aquellos que les ayudan a mantener una dieta menos ácida y más alcalina.

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Pero yo quería hablar del aspecto psicológico de todo esto. Y es que, ¿cómo puede ser que de tantas personas que vimos, todas reportaran estar bajo altos niveles de preocupación, tensión y estrés? ¿Qué pasa con nosotros?

Todos vivimos atrapados entre dos extremos, la esperanza y el miedo. Si lo piensan, todos tenemos constantemente la esperanza de lograr un poco de bienestar, de alcanzar la felicidad y también vivimos con el miedo de encontrarnos con dificultades, sufrimientos, de perder lo que tenemos y de no lograr lo que deseamos. Este estado es constante y muy real para todos y cada uno de nosotros.

Esta situación es conocida como el dualismo desde la psicología budista y es el origen de ese estrés. ¿Cómo no estar estresados cuando nuestra mente no descansa pensando en lo que pudiera ser y no es? ¿Qué se puede hacer para liberarse de este dualismo? Es algo que yo también quiero aprender. Mi maestro dice que lo más importante es estar satisfecho con lo que se tiene y no adelantarse mentalmente a un futuro que todavía no ha llegado. También recomienda analizar la naturaleza cambiante de todas las cosas, la llamada impermanencia de los fenómenos, para así ver que muchas cosas a las que les atribuimos demasiada importancia, en verdad no la tienen ya que no son duraderas.  Hay varias frases famosas pronunciadas por diversos maestros budistas, entre ellos el Dalai Lama, como “solo hay dos días en el año en el que no se puede hacer nada: ayer y mañana” o “si el problema tiene solución, ¿para qué preocuparse?, y si no tiene solución, ¿para qué preocuparse?”. Les invito a todos a pensar en esto y a compartirnos sus ideas acerca de cómo poder irnos liberando del miedo y la esperanza para lograr el bienestar físico y mental.

Berenice Font

Introducción al nuevo proyecto: Gritos y Susurros – Voces de mujeres

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“Gritos y susurros: un reto al silencio, una alternativa al secreto”

Quizá alguno de los lectores haya leído u oído hablar del libro de Denisse Dresser llamado “Gritos y susurros – experiencias intempestivas de 38 mujeres”. Es un compendio de testimonios dados por 38 mujeres mexicanas de mundos diversos y trayectorias diferentes quienes se guiaron por tres preguntas fundamentales para escribir sus relatos:

– ¿qué te ha tomado por sorpresa en la vida?

– ¿en qué momentos y frente a qué circunstancias te has sentido poco preparada?

– ¿qué ha sido aquello que ha constituido un reto inusual y desconcertante para ti?

Cuando este libro cayó en mis manos empecé a leerlo con avidez. Tras la lectura de los primeros testimonios estaba tan emocionada por la sinceridad con la que estas mujeres estaban abriendo las puertas a aspectos íntimos de su vida y de su experiencia de ser mujeres que fui degustando cada testimonio al máximo y se fue gestando en mí una idea. Lo que tienen en común estas mujeres, invitadas por Denisse Dresser a dejar su testimonio por escrito, es que todas son mujeres exitosas, famosas, que se han abierto paso en México a través de sus diferentes habilidades. Entre ellas hay periodistas, artistas, actrices, políticas, diseñadoras de imagen, escritoras…Pensé entonces en replicar este precioso trabajo pero ahora pidiendo a mujeres anónimas de varios lugares del planeta que se dieran un clavado a su historia y la compartieran por escrito para publicarlo en este espacio.

Mi idea consistía en que para empezar Tanit y yo diéramos respuesta a estas preguntas-guía y luego pensáramos en al menos 3 mujeres de nuestras vidas a quienes admiremos y amemos y les pidiéramos que se unieran a este trabajo de auto-conocimiento y compartir.

Si en este nuevo viaje hacia el interior que nos proponemos iniciar alguna lectora o lector quiere compartir también su respuesta a estas tres preguntas, no duden en hacerlo y en contactarnos para enviarnos su relato.